♥ “Ninguna élite que manejó el estado o influyó en él recogió las demandas de los de abajo, las reconoció como legítimas y las transformó en leyes”.
En dos siglos de vida independiente el Perú no ha llegado a ser un estado-nación. No tuvo éxito en su construcción debido al anémico movimiento nacional criollo, en particular la aristocracia limeña que no quería la independencia o la quería sin abjurar de la colonia.
Los liberales del siglo XIX fracasaron en el intento de construir el Estado (1845-1895) porque no pudieron resolver dos grandes problemas estructurales: el gamonalismo y la servidumbre y la incapacidad de las élites peruanas para organizar coaliciones sociales estables.
Tampoco pudieron construir un nosotros, una nación. Ricardo Palma sugirió que los criollos mesocráticos sean los pilares de la nación peruana y González Prada sostuvo que la nación peruana estaba conformada por los indios.
El Perú del siglo XX tuvo mucho de continuidad, pero también experimentó algunos cambios significativos. En primer lugar, la construcción parcialmente exitosa del Estado oligárquico (1895-1968) por iniciativa de las élites políticas y económicas y la organización de una economía agrario-minero exportadora gracias a la alianza de estas élites con el capital extranjero.
En segundo lugar, el civilismo oligárquico siguió la ruta de Palma en la construcción de la nación imponiendo la homogenización cultural a través de la educación pública. Educar era castellanizar. Los indigenistas, Mariátegui y Haya, cada uno a su modo, trataron de seguir la propuesta de González Prada. Desde el Ministerio de Educación, Valcárcel y Arguedas impulsaron la educación bilingüe entre 1945 y 1948.
En tercer lugar, a partir de los años 30 y sobre todo del 50 se produjeron grandes cambios culturales (acriollamiento, cholificación, diversos tipos de mestizaje, reducción drástica del monolingüismo quechua y aymara) asociados a significativos cambios estructurales (industrialización incipiente, urbanización acelerada, migraciones masivas del campo a las ciudades criollas, proletarización) y políticos (democratización social y política, emergencia de la sociedad civil y de los partidos masas).
En cuarto lugar, la dictadura de Velasco y los militares reformistas desmontó el estado oligárquico y construyó un estado corporativo. Recogió algunas demandas de los de abajo, sobre todo del campo, hizo la reforma agraria que acabó con la oligarquía y el gamonalismo y decretó que el Perú era una nación bilingüe.
Salvo Velasco, ninguna élite que manejó el estado o influyó en él recogió las demandas de los de abajo, las reconoció como legítimas y las transformó en leyes a las que todos debieran someterse conformando una comunidad política nacional. Por eso mismo, los de debajo de todas las sangres nunca se sintieron representados ni defendidos por el Estado. La elección de Pedro Castillo es, por eso, la ocasión para construir un estado-nación pluricultural.
Sinesio López
El zorro de abajo
larepublica.pe
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