♣ Lucir un vistoso sombrero campesino para juramentar la presidencia del Perú encierra algunos mensajes directos y ocultos que van más allá de lo pintoresco. Durante siglos, las élites centralistas y provincianas han querido establecer una narrativa nacional que privilegia la tradición criollo-mestiza de vínculo evidente con la cultura occidental europea. Los elementos culturales ancestrales andinos y amazónicos solo son aceptados si cumplen una función museística o de folklórica exhibición. En ese discurso monocultural, el indio y el cholo solo tienen pasaporte a la modernidad y a la República si abandonan sus costumbres y se aculturan.
Pedro Castillo insiste tercamente en usar su sombrero de cholo, inclusive dentro del Congreso y leyendo su mensaje a la Nación. Además le agrega a la indumentaria una casaca con cuello Nehru y con aplicaciones andinas. Ciertamente, parecida a las que han empezado a emplear las autoridades bolivianas desde que Evo Morales gobernó al hermano país altiplánico. Las formas y los símbolos comunican, envían un mensaje. El destinatario no está necesariamente en Miraflores o La Molina. Las señales que emite Castillo se decodifican en otra frecuencia, inaudible para algunos y muy claras para otros.
Pero, pasemos de la indumentaria a algunos anuncios que también están relacionados con las formas. Castillo en su primer mensaje a la Nación ha empezado subrayando nuestro proceso histórico, ha expresado claramente su posición con el sello nefasto que dejó la Colonia y su nefasta herencia que se prolonga hasta nuestros días. Es decir, el Bicentenario es una historia reciente, hay un telón de fondo del que nos debemos sacudir si queremos mirar con dignidad el futuro. De ahí que ha insistido en mencionar a los pueblos originarios, ha jurado por ellos y se ha autodefinido una vez más como campesino.
En esa línea, el presidente chotano ha dado de baja al Palacio de Pizarro, símbolo de la dominación y el poder colonial que hace mucho tiempo debió convertirse en museo. Ahora, en justa compensación será sede del renombrado Ministerio de las Culturas, que ahora llevará una denominación que exprese la pluralidad de nuestras tradiciones de las que estamos hechos los peruanos. Otro elemento simbólico que esperamos se concretice en medidas directas de promoción y fortalecimiento de nuestras ricas tradiciones ancestrales y manifestaciones contemporáneas. Y que se encuentra en el derrotero de interculturalizar el Estado y exigir que los servidores públicos que trabajan en zonas de prevaleciente uso de idiomas nativos, deben dominar la lengua materna. Medida que ha demorado mucho tiempo, pues mantenía y reproducía el desdén del Estado hacia la sociedad.
El mensaje a la Nación de Pedro Castillo, por otro lado, presentó un bloque de anuncios de carácter gubernamental que están alineados a una gestión de izquierda y progresista. Que en realidad son intenciones de ajuste para una adecuada administración desde el Ejecutivo. Y ahí desfilan un rosario de medidas y posiciones que vendrían a ser la hoja de ruta del mandatario cajamarquino. Declarar en estado de emergencia a la educación pública se caía de maduro, la educación remota en pandemia está afectando severamente la calidad de la formación de competencias, especialmente en el interior del país donde la conectividad es deficiente. Maestros, estudiantes y padres de familia están enfrentado en solitario una batalla que no acaba. Por eso es importante que el servicio de internet pase a ser un derecho, se atienda la deuda social con el magisterio y se fije como objetivo duplicar la asignación presupuestal al sector educación.
En esa línea, también está el anuncio de la creación de un sistema de salud universal y descentralizado. En nuestro país los diversos sistemas de salud son el cruel reflejo de nuestras diferencias y desigualdades. El rico goza de un mejor servicio en clínicas privadas y el pobre se atiende en el precario sistema público, que es más deficiente mientras más nos alejamos de las ciudades capitales.
Castillo ha puesto sobre el tapete la rentabilidad social que deben contener los proyectos extractivos y la promoción de la industria. Incluso ha hecho pública una verdad que asusta a los extractivistas: de primario exportadores debemos pasar a generar valor agregado a nuestros productos. Se trata de un viraje que va a requerir de mucha fuerza para contrarrestar la sólida práctica gubernamental de sometimiento ante los poderes económicos que buscan que el Estado esté al servicio de sus intereses.
Hay anuncios directos que expresan una firme posición a favor de sectores ninguneados por el orden neoliberal, como los agricultores que venderán sus productos al Estado y verán fortalecida la acción de Agrobanco. O el respaldo que tendrán las mypes para reprogramar sus deudas. O las obras de saneamiento que buscan acortar brechas. O los mil millones para trochas y caminos rurales, que encierra en sí misma una reivindicación a las raíces rurales del presidente. O el sistema de protección social que brinde seguridad y pensiones. O la importancia del cuidado de personas dependientes y víctimas de violencia sexual.
La recuperación de nuestros recursos naturales se encuentra en la línea de lucha contra el orden neoliberal. Se trata de un asunto clave que forma parte de la propuesta electoral y que se traduce en la aspiración de una nueva Constitución. Castillo ha sido cuidadoso en anunciar que insistirá en el objetivo de la Asamblea Constituyente, pero en escrupuloso cumplimiento de la ley. Al respecto es necesario puntualizar que poco o nada conseguirá el mandatario con los 50 votos que tiene en el Congreso y que ha demostrado la pobre capacidad de negociación y establecimiento de alianzas de Perú Libre. Lo que le queda al presidente es encabezar una campaña nacional de sensibilización y educación que explique por qué debemos cambiar la Constitución neoliberal. Ahora en posesión del poder debe establecer alianzas con los diversos sectores sociales y ciudadanos que buscan una nueva Constitución. Tiene que revertir la tendencia y solo lo logrará con audacia, argumentos sólidos y cultivando una fructífera conexión con la ciudadanía.
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