? Decidir qué es lo más relevante de aprender, despertar interés y placer por el aprendizaje, diseñar actividades pertinentes para una gama de experiencias y capacidades, crear ambientes ricos en interacciones con personas de distinto origen y cultura, todo esto usando múltiples medios y espacios; incentivar la libertad para pensar y actuar frente a problemas de nuestra vida en común, orientar a quienes aprenden con dificultad, valorar el progreso y el esfuerzo, revisar críticamente nuestros supuestos, así como las opciones pedagógicas y los resultados, son parte de las decisiones implícitas en la tarea de educar. Acertar en todas ellas no es tarea fácil: exige una continua preparación, el dominio de diversos saberes, una acuciosa observación y análisis del proceso de aprendizaje, y el uso de información que, con la teoría y la investigación para la toma de decisiones, constituyen el fundamento del saber pedagógico.
Motivados por el propósito de reconocer este saber pedagógico nacido de la reflexión sobre la práctica, decidimos dedicar el número 100 de nuestra revista a mostrar el saber práctico y teórico de educadoras y educadores que han conducido procesos de aprendizaje en torno a problemas acuciantes de nuestro tiempo. Les solicitamos compartir los desafíos pedagógicos que han enfrentado en su intento de desarrollar una ciudadanía más activa, y en su tarea de ayudar a comprender y actuar sobre problemas contemporáneos, como las desigualdades de género, la degradación del medioambiente, la discriminación cultural y lingüística, la violación de derechos humanos, el autoritarismo y la violencia institucionalizados.
La pandemia del covid-19 y la emergencia sanitaria decretada por el gobierno nacional cambiaron abruptamente el escenario en marzo del 2020, exponiéndonos a retos inéditos y poniendo a prueba, una vez más, la resiliencia del pueblo peruano. En nuestro país, la pandemia devino en crisis humanitaria en muy corto plazo, con crecimiento de la desigualdad, el desempleo, la pobreza y la informalidad. No conocemos con precisión el impacto final de esta catástrofe sobre la economía, la educación, la seguridad y el bienestar de las personas y del planeta; tampoco hemos logrado detener la propagación del covid-19. No obstante, conocemos sus causas y su letalidad, y —pasado el shock inicial— hemos empezado a identificar las acciones de corto y largo plazo que corresponden a las profesoras y los profesores para contribuir a paliar, desde la pedagogía y la política pública, los efectos de la pandemia sobre los aprendizajes. Este número contiene también propuestas en este sentido.
Los artículos escritos antes de la pandemia se centran en experiencias pedagógicas llevadas a cabo en diversos espacios de aprendizaje y con diferentes sujetos: niños, niñas, jóvenes y adultos. Los artículos escritos en el contexto de la pandemia contienen recomendaciones y propuestas para afrontar sus efectos en los aprendizajes: en la educación básica y superior, en la práctica docente, en las familias y comunidades, y en el propio sistema educativo y las políticas públicas. Unos y otros artículos confirman la preexistencia de problemas estructurales —en nuestra sociedad y el sistema educativo— que explican por qué la pandemia no nos ha afectado por igual.
La escasa penetración de las tecnologías de la información en la educación básica y superior y la insuficiente capacitación docente para aprovecharlas en favor del aprendizaje se han hecho más evidentes con la suspensión de clases presenciales y la necesidad de la educación a distancia. Pero esta es apenas la punta del iceberg. Siguen allí, a pesar de los esfuerzos de cambio de parte de algunos sectores de la sociedad, las precarias condiciones en las que crecen y se desarrollan niños, niñas y adolescentes en la zona rural y zonas urbanas empobrecidas; igualmente, el subfinanciamiento de la educación pública, las prácticas pedagógicas centradas en la transmisión de contenidos, la homogenización cultural y una estandarización que desaprovecha la riqueza de nuestra diversidad humana y biológica.
La pandemia ha amplificado la conciencia nacional respecto a las tremendas desigualdades que persisten en el acceso a servicios esenciales como la salud y la educación. También respecto a la importancia de contar con un Estado organizado, eficiente y democrático, que le garantice a la población servicios públicos de calidad, y un sector privado que se comprometa con el bien común y no solo con sus beneficios particulares. Si bien Estado y sociedad hemos demostrado cierto grado de resistencia y resiliencia para enfrentar la crisis, también se han confirmado nuestras debilidades; entre estas, una descentralización inacabada, un modelo económico que no beneficia a las mayorías y una incapacidad histórica para establecer alianzas entre sectores y actores, además de disputas inútiles entre grupos de poder.
De no atender nuestros problemas estructurales, continuarán inamovibles las desigualdades de las que hemos sido dolientes testigos o víctimas durante esta pandemia. Necesitamos tomar decisiones de política pública y pedagógicas, como las que proponen las educadoras y los educadores que colaboran en este número. Es imperativo avanzar en la transformación y fortalecimiento de la educación pública, y en la garantía del derecho a una educación de calidad.
María Amelia Palacios
Directora
Tarea / Asociación de Publicaciones Educativas »
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