Mujeres hartas de que se minimicen los riesgos de la píldora anticonceptiva


“Tuve un trombo pulmonar con 32 años”
Al hilo de la suspensión temporal de la vacunación con AstraZeneca, se reabre el debate sobre el riesgo de tromboembolismo por tomar anticonceptivas.

Cuando me recetaron la píldora no me preguntaron nada. Ni siquiera si era fumadora o si en mi familia había antecedentes de tromboembolismo o problemas de coagulación. Después de diez días tomando Sibilla, a las tres de la madrugada sentí un fuerte dolor en el pulmón. Llamé al 112 y me dijeron que me tomara un paracetamol porque probablemente no sería nada. Al día siguiente, como me seguía encontrando mal, me tumbé en la cama después de comer y al estirarme sentí un dolor horrible. Comencé a gritar y a llorar de dolor. Ya en el hospital me dijeron que tenía un trombo pulmonar”, explica Laura López, mujer de 23 años y residente en Barcelona.

Al hilo de la suspensión de la vacunación con AstraZeneca durante varios días, se ha debatido mucho sobre el riesgo/beneficio de sufrir un tromboembolismo como consecuencia de la administración de esta vacuna. Hasta la fecha y según ha informado la Agencia Europea del Medicamento (EMA), 30 de los más de cinco millones de personas vacunadas con las dosis de este fabricante han sufrido un trombo. Sin embargo, aunque la última evaluación farmacológica de la EMA ha descartado que exista una relación entre los trombos y la vacuna, el ruido generado en torno a este tema sirvió para abrir otro debate: ¿Por qué no existe la misma preocupación respecto al riesgo/beneficio de tomar la píldora, un fármaco que sí incluye los tromboembolismos como uno de los posibles efectos adversos?

 

 

Según el prospecto de la píldora que le recetaron a Laura López, los coágulos sanguíneos pueden afectar a 1 de cada 1.000 usuarias de esta anticonceptiva. Igualmente, los prospectos de otros fabricantes de píldoras anticonceptivas como Yaz o Belara coinciden en la misma estadística y otras como EvaLuna estiman el riesgo de padecer un trombo a 1 entre cada 10.000 usuarias. Es decir, aunque este efecto adverso se cataloga como “raro” o “muy poco frecuente”, la probabilidad es mucho mayor que la asociada a la vacuna cuando fue suspendida (30 trombos en 5 millones de vacunados).

La píldora anticonceptiva es un fármaco que, además de utilizarse como herramienta para prevenir embarazos no deseados, también es recetada para corregir desarreglos hormonales o, simplemente, mejorar los síntomas de trastornos hormonales como el síndrome del ovario poliquístico.

“La píldora es un tratamiento que sirve para tratar el síntoma de forma inmediata. Es decir, todo los problemas que se deriven de un desorden hormonal (irregularidad menstrual, acné, hirsutismo, etc) desaparecen al tomarla porque creamos un nuevo orden hormonal artificial. Pero esto no significa que el desorden hormonal de fondo se haya solucionado. El problema de base sigue ahí, pero como vivimos en la sociedad de la inmediatez esta es una opción muy utilizada. No es que la culpa la tenga el médico o la paciente, sino que es una consecuencia más de la estructura social en la que vivimos, donde queremos una solución rápida para que los síntomas desaparezcan y así seguir con nuestras vidas”, comenta Miriam Al Adib, ginecóloga al frente de los centros ginecológicos que llevan su mismo nombre.

Para Miriam Al Adib uno de los principales problemas que rodean a la salud femenina es la falta de información y educación sexual. Muchas mujeres toman la píldora sin saber que uno de los efectos adversos son los trombos, algo que dificulta que puedan valorar con objetividad si quieren someterse a ese tratamiento o no.

“No tengo nada en contra ni a favor del anticonceptivo. Es un medicamento y como tal tiene sus indicaciones y sus contraindicaciones, que hacen que algunas personas no lo puedan tomar. Luego también tiene sus beneficios y sus efectos adversos. Con toda esta información puesta en una balanza, cada mujer debería poder decidir cómo quiere enfocar su salud. Creo que no es un problema de si son buenos o son malos, más bien de si la persona que lo toma sabe por qué lo toma y cómo funciona este fármaco en su cuerpo. Si lo sabe y lo acepta, perfecto. Si lo sabe y no quiere asumir ese riesgo/beneficio, perfecto también. No lo toma y ya está. Si damos toda la información, incluyendo sus riesgos y beneficios, cada cual decidirá si asume esos efectos secundarios muy raros o no”, reflexiona la ginecóloga extremeña y subraya que “las mujeres no somos niñas y, como tal, no podemos seguir bajo ese rol infantilizado de tener que acatar todo lo que nos diga un médico”.

Igualmente, antes de recetar un anticonceptivo, Miriam Al Adib sostiene que siempre hay que hacer una valoración personal, clínica y analítica para descartar posibles contraindicaciones: “Por ejemplo, si tienes más de 35 años y eres fumadora, ya de entrada no sería conveniente tomar la píldora. Si tienes antecedentes de tromboembolismos en familiares menores de 50 años tienes que hacerte un estudio de coagulación para ver si no hay un riesgo protrombótico. Es decir, además de realizar un análisis de sangre hay que conocer el historial y los hábitos de esa mujer”, sostiene Al Adib.

Esta ausencia de valoración personal y clínica es precisamente lo que más molesta a Paloma, una mujer de 40 años a la que recetaron los anticonceptivos sin preguntarle por sus antecedentes familiares ni realizarle una analítica sanguínea que descartase posibles problemas de coagulación.

“Tuve un tromboembolismo pulmonar masivo a los 32 años. Y puedo responder a estas preguntas gracias a que se cruzó en mi camino una doctora que decidió hacer una prueba más en urgencias, en la que descubrieron que tenía trombos en los dos pulmones”, comenta Paloma quien, después de haber sufrido este episodio, reconoce haber iniciado su particular cruzada contra la píldora porque, desde su punto de vista, “no todos los médicos advierten de forma adecuada de los riesgos”.

Laura López también denuncia que nadie le advirtió de las contraindicaciones ni le realizó un análisis de sangre: “Tampoco me preguntaron si era fumadora y en aquel momento consumía una cajetilla cada dos días. En la consulta del ginecólogo nadie me informó sobre que podía pasarme esto y de haberlo hecho, quizá me hubiese ahorrado estar un mes ingresada en el hospital como consecuencia de un derrame pleural que padecí después del trombo”, reflexiona Laura.

“Aunque todavía siento dolor al reírme o al tumbarme de lado, hace un par de semanas me dijeron que el trombo ya se había disuelto del todo. Aun así, estoy con tratamiento anticoagulante. A mis 23 años ya estoy tomando Sintrom”, añade.

¿Existen otras alternativas que puedan mejorar los desórdenes hormonales?

Miriam Al Adib señala que, por ejemplo, en el caso del Síndrome del Ovario Poliquístico se pueden tomar otra serie de medidas con tal de mejorar su sintomatología: “Al tratarse de un desorden hormonal muy heterogéneo, las mujeres que lo padecen no tienen porque presentar todos los síntomas. Mientras algunas solamente tienen reglas irregulares, a otras mujeres se les manifiesta porque tienen mucho acné o vello con una distribución no típicamente femenina. Es decir, el crisol de manifestaciones es muy variable, por lo que dependiendo de qué síntomas necesitamos tratar, podremos enfocar el tratamiento de una forma u otra” explica.

“Si yo tengo una paciente con Síndrome de Ovario Poliquístico que lo único que tiene son cuatro granitos y reglas cada 40 días, pues no pasa nada. Dejemoslo así. Es una variante más dentro de la normalidad. No hay que tratar nada. Si, por el contrario, tengo otra que presenta reglas cada tres meses, podemos proponerle un tratamiento con progesterona cada vez que tenga un retraso menstrual. De esta forma, hacemos que le baje la regla y con eso descamamos el endometrio, algo que nos ayuda a prevenir la hiperplasia a largo plazo”, añade la ginecóloga.

Y este es precisamente el otro quid de la cuestión y una de las quejas más repetidas por las mujeres que participaron en el especial Menstruación que emitió Tardeo el pasado verano y donde las participantes se preguntaban por qué les recetaban un fármaco tan fuerte simplemente para normalizar unas reglas que quizás, como bien describe Miriam Al Adib, en algunos casos, no eran tan anómalas.

Desde el punto de vista de la anticoncepción, cabe destacar que hasta la fecha, la OMS solamente recoge dos métodos dirigidos a los hombres: el condón y la vasectomía, lo que ha llevado a que muchas nos preguntemos por qué no existe también una píldora masculina que presente esta alternativa farmacológica de forma ecuánime en una pareja heterosexual.

Según informa la BBC en un artículo publicado hace tan sólo unos días, hasta la fecha se habían diseñado dos prototipos de píldora masculina. Por un lado, un método hormonal que detiene el desarrollo de espermatozoides sanos y, por el otro, uno no hormonal cuyo objetivo es evitar que los espermatozoides entren en la vagina.

Aunque ambas opciones son perfectamente realizables, el profesor de biología reproductiva de la Universidad de Nottinghan, Adam Watkins, aclaró a la BBC por qué el desarrollo de este fármaco no llegó a ningún lado después de los resultados obtenidos en un estudio realizado en 2016: «Se indicó que había efectos secundarios como granos en la piel, trastornos del estado de ánimo y aumento de la libido, complicaciones que los hombres consideraron demasiado severas e intolerables, lo que hizo que se cancelase la investigación».

Como muchas sabréis, al margen del riesgo de tromboembolismo, la píldora femenina incluye entre los efectos secundarios frecuentes trastornos del estado de ánimo como la depresión o la ansiedad, el dolor de cabeza, la retención de líquidos, las náuseas o la reducción de la libidio, síntomas que lejos de ser agradables también podrían ser considerados “intolerables”.

“Desde que tuve el trombo he difundido por activa y por pasiva mi caso porque no quiero que le pase a más gente y, al hacerlo, me he dado cuenta de que está muy silenciado. He hablado con ginecólogos sobre este tema y a excepción de un par de casos, en general, todos se han lavado las manos diciendo que los trombos son algo muy muy poco probable. Y vale. Hay muy pocas probabilidades de que esto pase, pero si ocurre te puedes morir por una pastilla que de haber conocido este riesgo, igual no hubieses tomado. La gente que hemos sufrido esto también existimos”, concluye.

» IRENE SIERRA / smoda.elpais.com