Misión japonesa inicia una limpieza de la «basura» aeroespacial que orbita la tierra

Un gran paso para la humanidad
Allá donde aparece el ser humano se produce un impacto, normalmente en forma de residuo. Así sucede con los satélites, fragmentos de dispositivos convertidos en metralla y los miles de cohetes ‘muertos’ (estructuras de antiguos cohetes abandonadas) que se suman a la Estación Espacial Internacional como elementos que orbitan la Tierra. En total, son 9.000 toneladas métricas, la mayoría fragmentos diminutos o medianos, pero existen 956 restos de cohetes que suponen un tercio de la masa total de basura en el espacio.

Esta acumulación de basura espacial conlleva un alto riesgo de colisión. En caso de producirse, se podría una cadena de eventos, un fenómeno conocido como síndrome de Kessler, que podría inutilizar satélites en funcionamiento o impedir los vuelos espaciales tripulados. Una misión japonesa quiere evitar que esto suceda y ha lanzado una primera avanzadilla para explorar uno de estos cohetes ‘muertos’ y estudiar la viabilidad de devolverlo a la Tierra.

No todo es basura en el espacio. Algunos de los satélites que orbitan la Tierra ofrecen una tecnología única para conocer los rincones más recónditos de nuestro planeta. Desde las primeras expediciones de Amundsen y Scott a la Antártida, el ser humano ha tratado de establecer comunicaciones desde el Polo Sur hacia el resto del mundo para contar las maravillas de sus expediciones.

Primero fueron cartas y luego breves textos por telégrafo hasta que la radio se consolidó como el medio más fiable. Ahora, el avance en la tecnología satelital permite que un trabajador de la Base Scott de la Antártida publique vídeos en Instagram o TikTok mostrando cómo se conserva la cabaña en la que Shackleton y el resto de la expedición Nimrod vivieron entre 1907 y 1909.

Carlos Corominas
MIT Technology Review