Las grandes transformaciones en las ciudades vendrán desde propuestas de cambio radicales

Sasha Chumpitaz, Comeña de #LimaNorte, comunicadora, arquitecta peruana, lleva el activismo en la sangre.
En esta entrevista nos cuenta cómo, a sus 30 años, está siendo punta de lanza para transformar la habitabilidad de un barrio de Lima, capital de Perú, sobre la base del bien común. El Máster de Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) le ha facilitado pasar de la investigación a la acción. Y es que su Trabajo Final de Máster (TFM), valorado con matrícula de honor, se ha hecho realidad mediante un proyecto piloto: en el norte de la ciudad, las administraciones y la ciudadanía se están poniendo de acuerdo para que construir la propia vivienda sea legal, seguro y asequible.

Para empezar por el presente. ¡Matrícula de honor! Muchas felicidades. ¿La esperabas?

Gracias. Siento que el TFM estuvo encaminado desde el inicio: es una investigación que recoge años de trabajo profesional y académico. Empezó a tomar mucha más fuerza en la recta final, con el apoyo de la profesora Pia Fontana. Paralelamente, surgió la posibilidad de iniciar el proyecto piloto, lo que potenció los resultados. Así que muy feliz y agradecida.

Y yendo al pasado. ¿Qué tiene que ver tu abuelo con tu TFM?

Mi abuelo fue maestro de obras de construcción. Él migró desde Ancash, una provincia de Perú, y llegó a Lima en el inicio de las primeras barriadas. Junto a otras personas, autoconstruyeron sus viviendas y barrios en una zona que ocuparon. Me crie a su lado, viendo su trabajo. Me mostró la vivienda y la autoconstrucción desde otra mirada, entendiendo la ciudad como un gran bien común que se construye día a día por todos los vecinos y vecinas.

¿Cómo definirías a la ciudad de Lima, desde el punto de vista ciudadano y urbanístico?

Lima es una ciudad muy compleja, con muchos retos. Empezando por los retos políticos y de gobernanza, se caracteriza por su alto grado de fragmentación administrativa, lo que origina que no se puedan brindar servicios públicos de manera homogénea en todo el territorio. La tendencia es a capturar los gobiernos locales como feudos con propósitos alejados del bien común. Otro gran reto está referido a la crisis climática, siendo una ciudad con una especial diversidad de infraestructura verde y ecológica, pues está atravesada por tres cuencas hidrográficas. Así que el desarrollo urbano y económico debería caracterizarse por su enfoque de sostenibilidad. Todo ello, mejorando la gestión de la escasa agua de lluvia y considerando el gran peligro de los eventos sísmicos, pues Lima tiene fallas tectónicas y viviendas autoconstruidas sin asistencia técnica que ocupan las laderas de los cerros. Además, desde la pandemia, las cifras se recrudecieron, mostrando una ciudad con un alto grado de desigualdad urbana y con un acceso limitado a la vivienda digna, al trabajo digno, y a unos espacios públicos y una movilidad urbana de calidad. Su continua expansión territorial es horizontal y fragmentada, lo que promueve prácticas depredadoras y especulativas respecto a la ocupación del suelo.

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Pero también es sinónimo de organización y buenas prácticas ciudadanas: siento que, los más de 10 millones y medio de habitantes de la ciudad región que es hoy Lima, estamos fortaleciendo la organización y el activismo ciudadano, desde la práctica misma, junto a actores como la academia y las instituciones.

En este contexto, ¿qué aporta tu TFM, que ya se está materializando en el norte de la ciudad metropolitana?

El TFM concreta un programa público para la construcción asistida de viviendas progresivas y autoconstruidas en Lima Metropolitana. Esto significa un nuevo enfoque para resolver el déficit habitacional. El TFM aporta un modelo de cogobernanza que permite trabajar en la ciudad construida, mejorando el bienestar de la ciudadanía. El programa tiene como objetivo fortalecer las capacidades de los hogares autoconstructores y los maestros de obra, brindándoles asistencia técnica en el aspecto legal, financiero, administrativo y constructivo. La Dirección General de Políticas y Regulación en Vivienda y Urbanismo (DGPRVU) del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento (MVCS) de Perú usó el TFM para iniciar un convenio con un gobierno local de Lima Norte. El objetivo es poner en marcha un proyecto piloto que dé comienzo a la asistencia técnica en la autoconstrucción de viviendas progresivas.

Esto implica un trabajo conjunto entre la administración, donde trabajas, y la ciudadanía.

Sí. El TFM propone que se establezca una sinergia directa entre la administración pública, en sus diferentes escalas, nacional y local, y los agentes autoconstructores identificados. También propone la figura de un intermediario local que consiga este vínculo de manera directa y permanente.

Todo, fundamentado en el concepto de bien común, ¿verdad?

Sí, me parece que aquí está la clave de todo. Las políticas urbanas, y específicamente las de vivienda, están orientadas al valor de la propiedad privada del suelo, dejando de lado otras orientaciones, como la que reconoce y comprende los procesos de autoconstrucción como bienes comunes. La autoconstrucción es una práctica surgida de la necesidad de la ciudadanía, pero que da paso a la producción de vivienda desde la acumulación del conocimiento y el autoaprendizaje de los agentes autoconstructores.

¿Qué papel juegan los bancos?

Perú no es ajeno al modelo imperante de producción de vivienda en el Sur Global. Esto hace que el acceso a una vivienda en Lima se vea limitado por los requisitos que establece el sector financiero tradicional, que ofrece vivienda únicamente para los hogares que pertenecen a los niveles socioeconómicos que pueden demostrar garantía crediticia. Esto supone la exclusión residencial de gran parte de la población. El TFM recomienda que el sistema financiero se adecue a la realidad del país y se diseñen otro tipo de productos. Por ejemplo, que agentes como las Cajas Municipales o las financieras de escala local promocionen microcréditos con tasas sociales que permitan acceder a invertir en la autoconstrucción de manera progresiva, evitando que las familias tengan que esperar un promedio de 10 o 15 años para culminar la construcción de un piso.

Es un proyecto replicable y escalable. ¿Qué se debe tener en cuenta?

Siempre, de lo local a lo global. El gran desafío es que se logre crear un Programa Nacional para la Asistencia Técnica. En esta línea, es importante que se pongan en marcha proyectos piloto en diversos distritos del país, para evidenciar la factibilidad del programa y plantear evaluaciones que posibiliten su mejora. Inicialmente, se ha propuesto que el proyecto piloto empiece en Lima Norte y luego pueda replicarse en las demás zonas de Lima. Cuando comience el proceso de replicabilidad, se deberán respetar las características específicas de los municipios y su tejido social organizado, fortaleciendo la descentralización a partir de un modelo de gobernanza multiactor y multinivel, donde la ciudadanía y los agentes autoconstructores cumplan un rol central. El programa propone el trabajo en conjunto entre la academia, la sociedad civil organizada, los hogares autoconstructores, el sector privado y las instituciones públicas.

¿Hay algo más que quieras destacar sobre tu TFM?

Quisiera recalcar que, además de los aportes en materia de políticas públicas, el TFM logra poner en evidencia que es posible realizar investigación para la acción: siendo parte constitutiva de los procesos de construcción del hábitat, brindando asistencia y asesoría técnica en la autoconstrucción de viviendas y sistematizando información de manera directa en el territorio. Siento que las investigaciones pueden tener mayor valor si están acompañadas de un plan de acción de transformación real de nuestros barrios. El TFM trata de resolver un problema público desde una perspectiva integral, como profesional técnica, investigadora militante, ciudadana e incluso activista urbana.

La autoorganización y los movimientos sociales han estado siempre presentes en tu vida.

Sí, me he criado y hasta hoy vivo en un “distrito de cono”, como diríamos en Lima, en uno de los primeros barrios de la ciudad de Lima Metropolitana, donde la organización social era el único camino para acceder a vivienda y servicios. Asistía a las asambleas, junto a mi padre y mi abuelo, para lograr el proyecto de pavimentación de la calle donde vivo. En 2016, cuando aún estudiaba Arquitectura, formé parte de un movimiento estudiantil de arquitectos que cuestionó abiertamente una obra de infraestructura vial en Lima. Pusimos en jaque al alcalde y, desde ese momento, me vinculé con mucha más fuerza al movimiento social urbano, por la defensa de espacios públicos, por el respeto a un servicio de calidad en el transporte público, por el derecho a la vivienda. En general, por el derecho a la ciudad.

También, dices que la revolución será urbana y feminista. ¿Nos lo describes?

Sí. Soy consciente que las mujeres que planificamos, diseñamos, investigamos o gestionamos las ciudades tenemos un rol sumamente importante para alcanzar territorios más justos y equitativos. Nuestras miradas y enfoques son indispensables para comprender la manera cotidiana en la que hacemos uso del espacio físico, muchas veces de forma desigual por estereotipos que se trasladan a la planificación y la gestión urbana. Las grandes transformaciones en las ciudades vendrán desde propuestas de cambio radicales a nivel urbano, que identifiquen y reconozcan los procesos colectivos y cotidianos para compatibilizar las actividades productivas y reproductivas.

¿Qué te llevó a estudiar el máster de Ciudad y Urbanismo de la UOC?

Bueno, conozco este máster desde el año 2016, cuando aún estaba estudiando la carrera de Arquitectura, a raíz de un viaje que hice a Ecuador por la conferencia de la ONU Hábitat III. En una de las presentaciones del libro Ciudades para cambiar la vida, Jordi Borja, a quien ya había leído y estudiado mucho, precisamente por vincular su desempeño profesional con la academia, la política y la lucha por el derecho a la ciudad, me entregó un separador de páginas con información de la UOC e hizo un comentario acerca de la globalización y las formas de estudio. Me decidí por dos razones. La primera es que el currículum es holístico e integrador. Te permite consolidarte como investigadora, como profesional de los temas urbanos, asumir cargos públicos o incluso fortalecer tus capacidades en torno al activismo ciudadano. En resumen, una gran ventaja de este máster es que te brinda las herramientas para asumir los grandes retos y desafíos del mundo urbano actual. Y la segunda razón es que la opción asincrónica es una gran ventaja. Después de la pandemia, hemos valorado mucho más la gestión de nuestros tiempos. Pienso que humanizar las etapas académicas tienen relación con encontrar el equilibrio entre nuestra vida cotidiana en el hogar y el desempeño profesional y académico. Llevar el máster de manera asincrónica te brinda la oportunidad de continuar con tus responsabilidades en el trabajo, en la universidad y disfrutar de tu entorno familiar cercano.

¿Cómo ha sido la experiencia?

En general, la experiencia ha sido muy gratificante. He sentido el respeto y el entendimiento de los profesores acerca de los enfoques que fui desarrollando en cada una de las PEC, que abarcaban temas y contextos de Latinoamérica. Cualquiera pensaría que, al ser un máster europeo, el desarrollo de los temas, los recursos y materiales bibliográficos se centrarían únicamente en Europa, pero no fue así, y además existía apertura para validar recursos o materiales propuestos desde este lado del mundo, que empleaba de manera independiente. Así que destaco la posibilidad de contrastar realidades y propuestas europeas con las de origen latinoamericano. Y, también, destacaría la predisposición de los profesores para responder cualquier duda o alcance, siempre en la línea de enriquecer las investigaciones y redacciones que elaboraba. Destaco mucho que, a pesar de que la modalidad es asincrónica, se programen sesiones sincrónicas para explicar el camino a seguir en el desarrollo de las asignaturas. Estos espacios sirvieron mucho para el diálogo directo y la resolución de dudas.

¿Cómo crees que el programa ha impactado tu actividad profesional y activista? ¿Ha habido también algún impacto en el ámbito personal?

Personalmente, el máster ha reafirmado mi perfil profesional, académico y político. Estoy contenta porque era la expectativa que tuve al iniciar el programa. Diría que la UOC es la única universidad que tiene actualmente un máster con especialidad en políticas públicas y derecho a la ciudad. Creo que la mayor demostración del impacto del máster en mis actividades profesionales es que el TFM ha servido para el proyecto piloto impulsado desde mi espacio laboral actualmente. Siento que he cumplido un primer reto que me propuse, el de hacer investigación militante.

Para terminar: futuro. ¿Qué sueños tienes, como ciudadana y como arquitecta?

Gran parte de mis sueños y anhelos responden al ejercicio real del derecho a la ciudad, un concepto que aún seguimos construyendo, dependiendo de las características de nuestros territorios. Si lo entendemos como “caja de herramientas”, vamos a poder avanzar inicialmente en las disputas de poder, traducidas a cosas tan sencillas como: ¿Cuánto espacio tiene el automóvil y cuanto el peatón? ¿Por qué se siguen reduciendo las áreas verdes o se privatizan los espacios públicos? ¿Por qué no pensamos en otras formas de tenencia de la vivienda y se reconocen las agencias de la ciudadanía para autoconstruir? Entonces, siento que, cuando a la ciudadanía se le devuelva ese derecho de transformar el espacio según sus sueños y anhelos, estaremos avanzando significativamente. Ahora, todo esto lo sabemos quiénes estamos inmersos en estos temas, pero no necesariamente la ciudadanía en general, y ese es otro sueño: quiero seguir aportando en el fortalecimiento del movimiento urbano para que las propuestas de solución vengan también desde los barrios y no solo desde las instituciones. Personalmente, quisiera continuar brindando asistencia técnica a los hogares autoconstructores, pero mi mayor anhelo es que esto se masifique, que se convierta en un programa nacional para atender a quienes son mayoría en las ciudades del Perú.

Roser Reyner / uoc.edu