Nuestro más reciente orgullo nacional en el ámbito de la música es una joven de “veintipocos” años llamada Milena Warthon, que se coronó como la ganadora indiscutible del Festival de Viña del Mar, y en la categoría de folclor. Aun así, cuando uno escucha sus canciones, no siente que esté ante una ejecución musical vernacular, tal y como la conocemos, sino que su propuesta musical es en sí misma un producto mestizo en el que mezcla tendencias, instrumentos e incluso aproximaciones actuales a lo que ella considera el ser peruano.
El éxito de esta cantante nacional seguramente es anhelado por muchos otros talentos que indudablemente aspiran a esa resonancia internacional. ¿Hacia dónde deberían apuntar su estrategia? Si seguimos la “ruta Warthon”, habría que pensar en crearnos un espacio en las redes sociales, a fin de que nuestra propuesta llegue a un número importante de personas, pero específicamente a cualquier potencial degustador de nuestra música.
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Si se acepta, como lo está haciendo medio mundo, que la radiodifusión –radial o televisiva– está entrando en una fase de replanteamiento, es justo preguntarse si estos medios son la mejor forma de promover la divulgación ‘urbi et orbi’ de nuestro acervo cultural; y, aún más, de garantizar la seguridad económica de los involucrados en ese tipo de contenidos. La pregunta resulta pertinente a propósito de una iniciativa legislativa impulsada por el parlamentario Álex Flores del partido Perú Libre que pretende ampliar de 10% a 40% la cantidad de contenidos musicales –entre otros– producidos en el Perú, que deben insertarse en las parrillas de programación de los operadores de servicios de radiodifusión.
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Antes he explicado aquí que, respecto de la creación, producción y distribución de contenidos culturales, artísticos o de entretención, la estrategia tiene que acercarse más a escenarios como los que proponen las llamadas “industrias creativas”, en las que se asume que cualquier creador está obligado a escoger la mejor plataforma –y eso ya implica reconocer que la radiodifusión no es la única opción y que, más bien, debería propenderse a ampliar el acceso a todas las otras alternativas– que le permita colocar su producción al público que mejor la valore –hiperpersonalización–.
En cuanto a qué implica que un contenido sea peruano o de factura nacional, no es posible desconocer que hoy, gracias a la digitalización –¡otra vez!–, la producción de contenidos multimedia puede deslocalizarse y realizarse en cualquier parte del mundo.
Por ello, es muy difícil defender iniciativas legislativas como la referida cuando esta desconoce situaciones tecnológicas fácticas que ya vienen afectando la creación de contenidos de cualquier tipo..
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Maite Vizcarra @Techtulia
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