Inteligencia Artifical ¿una amenaza futura? ¡No! ya controlan casi todo, menos a los Congresistas

El físico e investigador en IA (inteligencia artificial) Max Tegmark afirma que no hace falta que nos preocupemos por si un día las máquinas inteligentes nos dominan: «Ya lo hacen y no han tenido que serlo mucho». Y lo cierto es que tiene razón. No hablo de la actual “primavera” de la IA ni de las redes sociales, ni siquiera de internet. ¿A las máquinas no les ha sido necesario ser muy inteligentes para dominar el mundo, o hemos olvidado el efecto 2000?

El efecto 2000 era el temor de que a la vuelta del milenio los sistemas de información dejaran de funcionar a causa de un error en el almacenamiento de las fechas. Resulta que al principio de los tiempos los programadores habían decidido que para guardar el año en una fecha bastan dos cifras —eran los cincuenta—. Quizás los informáticos, que somos descreídos por naturaleza, no teníamos suficiente fe en que nuestros sistemas de información aguantaran hasta el nuevo milenio –o quizás quien no aguantara fuera la especie humana. Se llamó “el problema del milenio”. Los más apocalípticos decían que, si no hacíamos nada, los aviones caerían, los bancos calcularían los intereses desde 1900 y, lo que era lo peor de todo, ¡los videojuegos no arrancarían! El mundo gastó más de 308.000 millones de dólares de los noventa para evitar el apocalipsis.

Que sea gratis no quiere decir que no tenga coste; simplemente es que lo paga otro

Ahora tampoco lo son, pero nos lo parece, y así las calificamos. Sólo esta semana, además de leer incontables artículos sobre IA generativa y aún más incontables “entrevistas” en ChatGPT, he participado en un simposio de la Diputación sobre cultura en el que la IA ha monopolizado buena parte de la conversación, la revista de cultura popular Canemà ha presentado un dossier sobre cultura y digitalización, la revista Time lleva a portada el diálogo con ChatGPT sobre cómo diseñar la portada y el viernes en CosmoCaixa el pianista Marco Mezquida ofreció un concierto en el que una IA respondía a su improvisación ya la al revés.

Fue la misma revista Time que en un reciente reportaje de investigación nos mostró el rostro B de la IA de moda. Detrás ChatGPT también hay ejércitos de trabajadores mal pagados en Kenia, que revisan las conversaciones y dicen a la máquina lo que ha respondido bien y lo que no para que vaya aprendiendo.

Esto nos permite, en esta parte del capitalismo, crear poesías al estilo de lord Byron o imágenes al estilo de Dalí. Ahora, un cuarto de siglo después del “problema del milenio”, parece que hemos vuelto a los cincuenta, cuando los científicos y la prensa se referían a los ordenadores como “cerebros electrónicos” y en 2000 todavía era el futuro.

Como entonces, hablamos hoy de inteligencia artificial, de máquinas inteligentes, de sus capacidades creativas y de su impacto en la sociedad. Por el momento, como siempre, la fiesta la paga África.

Seguramente, antes de 50 años todo el mundo tendrá que rascarse el bolsillo otra vez para arreglar lo que ahora ni nos imaginamos.

¿Y lo de la IA quién lo paga?
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Josep Maria Ganyet


Ilustración del ser humano y la inteligencia artificial en conexión: » Peshkova / Otras Fuentes