“¿Tanta desgracia por esta peste y no pueden dar una tregua a su ambición? Aquí hay una confluencia de intereses tan variados como mezquinos”.
Los ajenos a redes sociales tal vez no lo saben, pero el hashtag #SagastiGenocida es bastante popular desde hace casi dos semanas en la viralización de miles de mensajes de cuentas (falsas, en su mayoría) creadas para apuntalar un nuevo cambio de gobierno.
Hay mucha basura en redes y detenerse a recogerla es una tarea inútil, pero la reiteración, la exageración y la polarización esconden mensajes de grupos y personas con intenciones ocultas pero determinadas en su objetivo.
Esos mensajes no responden al sentir de millones de personas, como se quiere hacer creer, pero sí responden al deseo de unas pocas con ansias de poder y dinero suficiente para pagar granjas enteras de robots y trolls. En campaña electoral, las cosas se ponen peor, como es obvio. Aquí, y en todas partes del mundo, las redes se usan para lo mismo: crear corrientes de opinión.
Francisco Sagasti, con escasos cuatro meses en el poder, es un presidente precario, cuyo mandato procede de un Congreso que dio un golpe de Estado y tuvo que buscar una solución de emergencia antes de que el país se incendie.
En cualquier momento y solo con 66 votos puede ser censurado, sacado del cargo con la mesa directiva del Congreso y sustituido por cualquier congresista más afín a los intereses golpistas. Todo su gobierno lo sabe tan bien como él. Por tanto, su agenda es acotada y mal podría ser algo siquiera parecido a un genocida. Pero, justamente, porque no hay razón alguna para una censura, es necesario inventarla si se quiere lograr el objetivo.
¿Faltan camas UCI? Genocida. ¿Falta oxígeno? Genocida. ¿Faltan vacunas? Genocida. ¿Y si hacemos creer que la vacuna no sirve? Genocida. ¿No hay vacunas privadas? Genocida. Eso, unido a “amigo de Vizcarra” o “gobierno morado”. Pero no es el único en la mira.
Los golpistas en el Congreso quieren bajarse a Zoraida Ávalos (“amiga de Vizcarra”) con una “moción de extrañeza” y una amenaza de denuncia constitucional sin existir delito alguno o infracción a la Constitución. No se salvan ni las Fuerzas Armadas. Al general Astudillo, que se resistió a obedecer a un gobernante usurpador, también le han armado un buen psicosocial.
La pregunta que usted se puede hacer es ¿por qué? ¿Tanta desgracia por esta peste y no pueden dar una tregua a su ambición? Aquí hay una confluencia de intereses tan variados como mezquinos.
Primero, algunos de los 105 golpistas ven acercarse el 28 de julio con terror. Merino a la cabeza, ya investigado por las muertes de la noche del 14 de noviembre. En el caso del delito de sedición, los congresistas tienen antejuicio y por tanto solo pueden ser acusados por un fiscal supremo.
Sacar a Ávalos es crucial para colocar a Víctor Raúl Rodríguez, cercano al caso Cuellos Blancos. El partido Morado y el partido Juntos por el Perú ofrecen en campaña tramitar las acusaciones. De ahí la necesidad de asociar a Sagasti a los morados.
Segundo, no a todos les va bien en esta fiesta electoral. Tan cerca a las elecciones, nadie tiene más de 10% de intención de voto. La posibilidad de una segunda vuelta entre Verónika Mendoza y Yonhy Lescano es un escenario que justifica, para los interesados, una postergación de elecciones. Usar un nuevo cambio de presidente como excusa une a varios.
Tercero, si Dios quiere, el proceso de vacunación puede ser exitoso. Este, que sería una muy buena noticia, no lo es en el marco de un proceso electoral. Reconocer que esto está sucediendo implica que este gobierno algo hizo bien. Sus mismos opositores se han encargado de estigmatizarlo como el “partido de Vizcarra” o el “gobierno morado”. Si el resultado es positivo, ¿quién se lleva el crédito?
Cuarto, los negocios. No todo el mundo gana con las adquisiciones que hace el gobierno. Los jugadores que quedan fuera quieren su parte.
El viernes en la noche Rafael López Aliaga exigía la censura del presidente Sagasti y la entrega del mando al congresista Otto Guibovich por “el escándalo de la ineficacia de las vacunas”. Dos más dos son 105. Golpista, siempre golpista.
→ Rosa María Palacios / larepublica.pe
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