♦ Abancay » Nos decían nuestros abuelos: “Nuqanchikqa kawsayninchikpiqa manan wañunchikchu, wiñaypaq wiñayninpaqmi hawa pachapi purikunchik, mayninpiqa ayllunchikman kutipunchik”, (en nuestra forma de vida, nosotros no morimos, somos eternos viajeros en el Cosmos y de cuando en cuando, retornamos para estar junto con nuestra familia).
Esta forma de pensar y sentir la vida se hace aún más presente y cobra sentido en el día de los difuntos, que en el mundo andino se celebra el 02 de noviembre de cada año, que se expresa a través de una diversidad de tradiciones y costumbres propias de cada pueblo.
Las almas vuelven desde el 01 de noviembre, para ello, no debe faltar nada de lo que pueda necesitar el alma que retorna para que comparta con sus seres queridos, desde flores, bebida y comidas favoritas, hasta las tantawawas que se preparan con especial cuidado y amor para compartir con nuestros ancestros difuntos.
Hasta hoy, algunas familias en sus casas aún preparan los tradicionales altares que contiene una infinidad de elementos de acuerdo a los gustos y costumbres del difunto, las ofrendas están acompañadas de figuras simbólicas en miniatura preparadas de masa de pan y dulces.
Los Yachaq o sabios de la familia, observan ciertas señas cuando retornan las almas, pueden hacerlo con la presencia de una mosca o algún insecto, el viento, un ave o la visita de una persona extraña o particular.
Una vez reconocido la llegada del alma de un ser querido, todos los presentes se reúnen al frente del altar para darle la bienvenida y ofrendarle con oraciones todas las cosas preparadas en honor a su nombre.
Luego de la bienvenida se inicia con el “Pikchu” o la evocación a los cerros elevados o Apus donde se cree que habita nuestros ancestros, por eso el mismo altar adornado de flores representa a esos lugares sagrados y guarda la memoria de todos los difuntos recordados.
Apu Pikchu, Casinchihua, Abancay
En la tarde del 02 de noviembre, las familias y la comunidad se dirigen al cementerio, donde se ofrecen oraciones a los difuntos, se prende velas, se toma bebidas como la chicha de maíz, la cerveza o el aguardiente de la caña, se comparte las comidas favoritas del difunto y en algunos lugares en el mismo cementerio se practica juegos rituales de contienda entre dos bandos.
En algunas comunidades, los altares preparados para las ofrendas son llevados a los lugares sagrados, durante este traslado practican el juego de las almas, son juegos esencialmente de despedida en el que participan personajes peculiares que representan al alma y los demonios que estorban su camino, también hay curas, consejeros y representantes del pueblo.
Entrado la noche, se despide a las almas, cantando y bailando al son del arpa, el violín y otros instrumentos musicales en medio de sentimientos encontrados de alegría y tristeza que embarga hasta las lágrimas y el llanto al evocar los recuerdos del ser querido que nuevamente retorna a su eterno caminar.
Por la pandemia y la emergencia sanitaria, se han restringido estas tradiciones, sin embargo, en algunos pueblos como Casinchihua (Abancay- Apurímac) se ha realizado estas visitas al cementerio con estricto cumplimiento de los protocolos de bioseguridad. Ya volverán mejores tiempos para que sigamos recibiendo con nuestras propias costumbres a nuestros seres queridos que ya partieron a la eternidad.
» Wilman Caichihua Robles
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