Una nueva clase de cripto-inversores tiene planes audaces para reconstruir la sociedad desde cero, pero sus proyectos favoritos corren el riesgo de repetir el largo historial de colonialismo corporativo de la región latinoamericana.
Cada día, un camión de basura reutilizado transporta a los visitantes al volcán Conchagua de El Salvador a un retiro de ecoturismo. El vehículo avanza a toda velocidad moviendo a los pasajeros de un lado a otro por una carretera llena de baches. En la cima, llegan al bosque bañado por el sol y su recompensa son las vistas panorámicas del azul profundo del golfo de Fonseca.
El retiro se llama El Espíritu de la Montaña por la referencia a la creencia indígena lenca de que una presencia sagrada que a veces se manifiesta como una mariposa o un águila habita en el volcán inactivo. Su propietario, Luis Díaz, empezó a construir el retiro hace siete años. Pero la paz que encontró allí le duró poco.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, anunció en noviembre de 2021 que el volcán se convertiría en el hogar de una nueva y brillante Bitcoin City. Un enorme proyecto para convertir el bosque virgen en una vibrante metrópolis que podría estar en marcha pronto.
Las imágenes compartidas por el Gobierno muestran una aglomeración urbana circular que surge de una plaza central en forma de B, y un plano de calles en tecnicolor que se parece a lo que se podría ver cuando miramos por un caleidoscopio. La idea es que la economía local funcione con Bitcoin y la ciudad se alimente de energía geotérmica del volcán. Los únicos impuestos que pagarían los residentes serían por los servicios y bienes comprados.
Para financiar la ciudad, El Salvador está vendiendo 1.000 millones de dólares (950 millones de euros) de deuda como «Bonos Volcán». La mitad del dinero invertido en bonos cubrirá la construcción de Bitcoin City y las operaciones mineras de Bitcoin, y la otra mitad se destinará a la compra de Bitcoin, que algún día se podría usar para pagar bonos si el precio de Bitcoin sube.
El ministro de Hacienda salvadoreño, Alejandro Zelaya, afirmó a principios de abril que los bonos habían atraído una demanda de 1.500 millones de dólares (1.425 millones de euros) y que se emitirían pronto tras los retrasos. Se espera que la mayoría de los bonos sean comprados por cripto-inversores. Además, aquellos que gasten 100.000 de dólares (95.092 millones de euros), podrían obtener la nacionalidad salvadoreña.
Si se construye, Bitcoin City será una brillante realización de las aspiraciones de construcción del mundo de las criptomonedas. Sin embargo, el sueño no se detiene ahí. Un número cada vez mayor de cripto-inversores también intenta persuadir a otros gobiernos para crear zonas semiautónomas que sirvan como laboratorios para la experimentación económica, alegando que estimularían el crecimiento y enriquecerían a las comunidades cercanas.
Pero en América Central, los inversores extranjeros ya se habían lanzado antes en paracaídas con promesas de prosperidad, para apoderarse de tierras y extraer valor para sí mismos. La región tiene un largo historial de explotación económica; el ejemplo más evidente son las «repúblicas bananeras». En la primera mitad del siglo XX, la United Fruit Company controlaba inmensas extensiones de terreno y se hizo con el poder político en Honduras, Guatemala y Costa Rica. Más recientemente, las «zonas de procesamiento de exportaciones» creadas para empresas internacionales de confección se han convertido en fábricas al estilo de los talleres de explotación clandestinos que abusan de los derechos de los trabajadores.
Mientras que algunos políticos y ciudadanos creen en el potencial de las criptomonedas para impulsar la economía, otros ven que la historia se repite. A medida que el experimento de El Salvador toma forma en Bitcoin City, un proyecto similar ya está en marcha en Honduras, pero el rechazo de los ciudadanos locales ha puesto en peligro su futuro. Los ideólogos esperan crear un centenar más de ciudades Bitcoin, pero otros cuestionan para quién son realmente estos proyectos y si los países que sirven como bancos de pruebas realmente sacarán beneficio.
El planteamiento
Las «ciudadelas Bitcoin» han cautivado a los primeros inversores y empresarios de criptomonedas desde hace mucho tiempo. Algunos ven como algo inevitable que el valor de las criptomonedas explote y el sistema de moneda fiduciaria se derrumbe. Una situación así obligará a los inversores adinerados a aislarse en sus recintos fortificados para mantener a raya a los bárbaros. Otros, inspirados por la oportunidad de desvincularse del concepto de nación, ven las criptomonedas como una forma de salir de un sistema financiero tradicional atado a nociones anticuadas como impuestos y gasto público.
Los intentos libertarios de crear mini civilizaciones autónomas se remontan al menos a la década de 1960. Pero las criptomonedas están reactivando este viejo sueño con una nueva inyección de dinero y publicidad.
Los entusiastas de las criptomonedas ya habían intentado antes construir sus propias utopías
Los entusiastas de las criptomonedas ya habían intentado antes construir sus propias utopías, con resultados mediocres. Los ejemplos incluyen el desafortunado MS Satoshi (llamado así por el seudónimo del creador de Bitcoin Satoshi Nakamoto), un crucero que compró un grupo de libertarios para que sirviera como especie de parque empresarial flotante. En menos de seis meses, se vieron obligados a venderlo. Otro ejemplo de fracaso es Cryptoland, la ridiculizada idea fallida de 12 millones de dólares (11,39 millones de euros) de una isla de Fiji, anunciada como un paraíso para los entusiastas de las criptomonedas; o Akon City, el cripto-asentamiento planificado de 6.000 millones de dólares (5.694 millones de euros) del cantante de R&B Akon, que aún no ha empezado a construirse en Senegal.
Estos errores no han impedido que una ola de inversores haga planes audaces para construir comunidades favorables para las criptomonedas en varios países de todo el mundo. Sus ideas a menudo implican la creación de áreas conocidas como zonas económicas especiales. La premisa básica es simple: crear una jurisdicción cuasi independiente con regulación flexible. Las zonas económicas flexibles tendrían poca supervisión gubernamental e impuestos mínimos para dejar que el libre mercado haga lo suyo. Como ejemplos de éxito, destacan Singapur, Dubái (Emiratos Árabes Unidos) y Shenzhen (China) (dejando de lado los abusos de los derechos laborales y la desigualdad).
La realidad es más compleja. Como hay tantas zonas económicas especiales (5.000 en 70 países) y un sinfín de factores contextuales, resulta difícil calcular su impacto en la economía de un país, según explica Thibault Serlet, jefe de investigación de la asesoría Adrianople que se dedica a estas zonas. Un artículo publicado en The Economist de 2015 señaló que, entre las zonas económicas especiales establecidas en ese momento, algunas habían tenido bastante éxito. No obstante, muchas no beneficiaban a la economía en general e incluso otras habían sido fracasos totales. Los ambiciosos planes de El Salvador prometen capitalizar una fórmula que ha mostrado resultados dispares en el mejor de los casos.
Bukele presentó Bitcoin por primera vez como un medio para que los salvadoreños en el extranjero enviaran remesas a sus familiares en casa. El presidente de El Salvador aseguró que ahorraría a los ciudadanos 400 millones de dólares (380 millones de euros) en comisiones cada año y daría a los que no usaban bancos una forma de entrar al sistema financiero. La nación, con una población de alrededor de 6,8 millones de habitantes, anunció el año pasado que de ahora en adelante Bitcoin se aceptaría como moneda de curso legal.
La adopción entre la población en general ha sido lenta, pero como ejercicio de marketing para atraer a la élite mundial de las criptomonedas, el planteamiento de Bukele ha resultado más exitoso. Bitcoin City es parte integral de ese plan. Atraídos por las audaces declaraciones de Bukele, un montón de aspirantes a planificadores de cripto-ciudades ha comenzado a fraternizar con el Gobierno salvadoreño.
Según el diario salvadoreño El Faro, uno de los pretendientes más destacados fue Brock Pierce, el presidente de la Fundación Bitcoin (la organización sin ánimo de lucro creada en 2012 para promover la criptomoneda). Pierce encabezó el intento de transformación de Puerto Rico en una criptopía, un paraíso fiscal para cripto-millonarios que de alguna manera resolvería los problemas económicos causados por la crisis de deuda del país y la devastación provocada por el huracán María.
Las noticias recientes sugieren que la subida de los precios inmobiliarios constituye el mayor impacto de las criptomonedas en Puerto Rico hasta la fecha. Las grandes promesas de reconstruir la economía de la isla en la cadena de bloques (blockchain) se han quedado en el camino. Hoy en día, fotografías policiales de inversores en criptomonedas, incluido Pierce, decoran la capital de Puerto Rico, con la frase: «Así son nuestros colonizadores».
Sin inmutarse, Pierce quiere replicar el experimento de Puerto Rico en otros lugares. Los delegados de la Fundación Bitcoin se reunieron el año pasado con los representantes de El Salvador, Honduras, Panamá, Ecuador y Guatemala. La Fundación Bitcoin y Pierce no han respondido a solicitudes de entrevista.
«Soy bastante optimista sobre lo que pasa en América Latina», destaca el director general de Free Private Cities Foundation (Fundación Ciudades Privadas Libres) y autodenominado «maximalista de Bitcoin», Peter Young. «Hay muchos estados-nación más pequeños que buscan soluciones y están dispuestos a probar cosas nuevas«.
La fundación de Young apoya el desarrollo de las llamadas ciudades privadas en todo el mundo. Su organización ha animado al Gobierno salvadoreño a idear Bitcoin City con un modelo de gobierno privado, poniéndolo en manos corporativas en lugar de públicas. Las autoridades gubernamentales han sido receptivas hasta ahora, afirma Young. Según informes, la organización ha presentado la misma idea al Gobierno brasileño.
Mientras tanto, un grupo de defensores de Bitcoin se han convertido en asesores cercanos de Bukele. Entre ellos se encuentra Samson Mow, arquitecto de Volcano Bond que recientemente dejó su cargo como CSO de la empresa de tecnología blockchain Blockstream para promover la adopción de Bitcoin en los estados-nación. Los periodistas e inversores en criptomonedas Max Keizer y Stacy Herbert también parecen haberse convertido en parte del círculo íntimo de Bukele.
Aunque las encuestas indican que Bukele disfruta de un gran apoyo en el país, algunos salvadoreños están desconcertados por la influencia que los cripto-inversores extranjeros parecen estar ejerciendo sobre el presidente. Expresaron su indignación al ver a Keiser, Herbert y Mow sobrevolar en un helicóptero militar el lugar donde estará Bitcoin City. También hubo agitación social cuando Mow tuiteó sobre sus planes de redactar nuevas leyes para los Bonos Volcán antes de que nadie del Gobierno salvadoreño lo hiciera. Más tarde, Mow también tuiteó que Bukele apoya su candidatura como alcalde de Bitcoin City.
Gratis para todos
Para tener una idea de cómo podría ser una Bitcoin City gestionada por una empresa, se puede tomar como referencia el naciente proyecto llamado Próspera, respaldado por Free Private Cities Foundation en Honduras. A pesar de que no se anuncia explícitamente como una cripto-comunidad, el énfasis en la cripto-industria y el respaldo de los grandes inversores de Bitcoin sitúan a Próspera en el mismo entorno ideológico: una fusión de cripto-evangelismo y credos libertarios.
Próspera ocupa un pequeño enclave en la isla hondureña de Roatán. Los desarrolladores han tenido la oportunidad de modelar una sociedad desde cero, incluidos sus propios sistemas de salud, educación, policía y seguridad social.
Honduras modificó su constitución en 2013 para permitir la creación de zonas económicas especiales gestionadas por corporaciones y que operan en gran parte sin la supervisión legal y regulatoria del país. Los enclaves resultantes se conocen como Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDEs).
La decisión se basó en la propuesta del economista estadounidense Paul Romer de ciudades chárter, un tipo de zona económica especial en un estado existente pero gestionada por el gobierno de otra nación. Considerada una de sus ideas más estrambóticas, refleja sus teorías sobre cómo promover la inversión extranjera y paliar la desigualdad. Las ZEDE hondureñas son una de las primeras pruebas de este concepto, aunque Romer ha tenido conversaciones con otros gobiernos.
Al principio, Romer colaboró con el Gobierno hondureño, pero se distanciaron después de los desacuerdos sobre cómo se estaba implementando su idea. (Romer no respondió a una solicitud de comentarios).
Próspera, que se empezó a construir en 2020, planea implementar impuestos muy bajos, subcontratar servicios generalmente gestionados por el sector público, establecer un «centro de arbitraje» en lugar de juzgados y cobrar una tarifa anual por residencia (ya sea física o electrónica) que implica la firma de un «contrato social» que la empresa espera que impida el mal comportamiento.
Cuando visité este lugar en febrero, la oficina central era uno de los pocos edificios terminados. No había una policía privada de Próspera, pero en la recepción se veía un número de la empresa de seguridad privada Bulldog Security International, contratada por hoteles de la isla que considera que la policía local es inadecuada. Un par de edificios de dos plantas albergaban trabajadores de oficinas. El resto era en gran parte una obra de construcción, aunque se está terminando una torre de bloques residenciales.
Una representación del futuro proyecto Próspera muestra apartamentos que parecen estar inspirados en conchas de caracolas autóctonas de la isla: curvas suaves en coral nacarado, crema y vidrio. Una franja de arena blanca separa el bloque de pisos del suave regazo del mar Caribe.
Las empresas que probablemente se verán atraídas por esta idea son aquellas que desean escapar de la regulación en sus propios países: el jefe de personal de Próspera, Trey Goff, destaca la innovación médica, el turismo de salud y casi todas las facetas de la industria de las criptomonedas.
«Existe un nivel automático de superposición en lo que estamos haciendo con la industria de las criptomonedas», señala Goff. «Porque ellos se ven a sí mismos como la vanguardia de la innovación financiera, y nosotros queremos permitirlo».
Algunas personas que trabajan en tecnología y criptomonedas ya se han establecido en esta jurisdicción de forma remota a través de su programa de residencia electrónica. Las empresas pueden realizar transacciones libremente en cualquier criptomoneda que elijan, y ya han sido aprobadas cinco para su uso a nivel gubernamental.
Entre los asesores de Próspera está Oliver Porter, el fundador de Sandy Springs en Georgia (EE UU), hasta hace poco una ciudad completamente privatizada que el modelo de subcontratación de Próspera va a imitar. Próspera asegura que hasta ahora capitalistas de riesgo de Silicon Valley e inversores privados han invertido 50 millones de dólares (47 millones de euros) en el proyecto, y hay en marcha otra ronda de recaudación de fondos de 100 millones de dólares (95 millones de euros).
La cantidad recaudada hasta ahora incluye el dinero del multimillonario Peter Thiel, del capitalista de riesgo Marc Andreessen y de los inversores Roger Ver y Balaji Srinivasan a través de Pronomos Capital. La organización le dijo a Bloomberg en 2018 que ya había hablado con varios países como Ghana, Honduras, las Islas Marshall, Nigeria y Panamá sobre la creación de ciudades semiautónomas.
Vínculos rotos
Si uno continúa por la carretera que lleva a Próspera, pronto encontrará un pueblo de unas 100 personas llamado Crawfish Rock. En un bosque de forma irregular en la costa, se encuentran escondidas unas casas de madera pintadas en tonos pastel descoloridos y construidas sobre pilotes. Los pollos comen la hierba que brota bajo las palmeras. Es una imagen muy diferente al blanco deslumbrante de la sala de juntas con aire acondicionado de Próspera.
En Crawfish Rock, me recibe Luisa Connor, la presidenta del Patronato o junta comunitaria del pueblo que pertenece a la comunidad de los garífunas, descendientes de los esclavos traídos a la isla por los colonizadores británicos a finales del siglo XVIII. Nos sentamos en unas sillas de plástico en su jardín mientras su pequeña hija juega cerca y hablamos sobre la resistencia contra Próspera. Una lucha que ha pasado de ser un esfuerzo liderado por la comunidad a un rechazo nacional a las ZEDE. Connor describe un engaño por parte de Próspera, porque se presentó como un desarrollo turístico regular para pedir a la comunidad que firmara un documento de consentimiento. Y prometió que los primeros puestos de trabajo del lugar serían para los aldeanos.
Sin embargo, los aldeanos pronto descubrieron que el proyecto sería algo muy distinto y, rápidamente, las relaciones se tensaron. Connor resalta que Erick Brimen, el CEO de Próspera, se ofreció a comprar Crawfish Rock directamente, pero ella se negó en nombre del pueblo. A los lugareños les preocupa que Próspera se apoderare de sus tierras para dar paso a su ciudad-estado en expansión.
El acaparamiento de tierras tiene un largo y sangriento historial en Honduras. Los sucesivos gobiernos han empoderado a las empresas para arrebatarles las tierras a los campesinos. Este fenómeno ha dado lugar a un conflicto que solo en una zona ha provocado más de 150 muertes y desapariciones desde 2008.
El directivo de Próspera, Daniel Frazee, asegura que el contrato de la empresa le impide expropiar terrenos y que planea expandirse en direcciones donde no hay aldeas. Pero Connor indica que después de rechazar la oferta de Brimen, él le avisó de que el Gobierno hondureño podría expropiar sus tierras. Cuando se le preguntó acerca de los comentarios de Connor, Próspera negó haber intentado comprar Crawfish Rock y resaltó que sus estatutos y reglamentos le impedían recibir tierras expropiadas del Gobierno hondureño.
Los isleños con los que hablé expresaron una oposición profunda a ceder tierras hondureñas al control de entidades corporativas. «Ellos no respetan ningún gobierno, ninguna norma, ninguna ley; solo un sueño», afirmó Rosa Daniela, activista comunitaria involucrada en la campaña contra Próspera. «No creen que viven en nuestro país, porque quieren crear un país nuevo«.
Finalmente, Connor bloqueó el número de Brimen. El pueblo ya no tiene ningún diálogo con Próspera, según Connor. Goff lo explica de otra manera: «Nos hemos centrado mucho, desde los primeros días, en construir fuertes relaciones con esa comunidad«.
Desde que se lanzó Próspera, el clima político ha cambiado. En medio de una creciente reacción contra las ZEDE por preocupaciones como las planteadas en Crawfish Rock, la nueva presidenta de Honduras, Xiomara Castro, se postuló en una plataforma. La presidenta de Honduras prometía cerrarlas poniendo en duda la durabilidad de Próspera.
«Somos solo un experimento»
Aún no se ha iniciado la obra in situ de Bitcoin City, pero el volcán Conchagua ya alberga varios asentamientos, algo que genera temor a que se produzcan desplazamientos, según el economista salvadoreño José Luis Magaña. Especialmente teniendo en cuenta que tan solo una quinta parte de los agricultores de la región son propietarios de la tierra que trabajan.
El Gobierno afirma que el proyecto tiene como objetivo generar empleo en La Unión, el pueblo vecino de poco poder económico. Pero Magaña resalta que las disparidades socioeconómicas entre el pueblo y las ciudades más grandes de El Salvador hacen que el resultado más probable sea la gentrificación.
A diferencia de Próspera, Bitcoin City cuenta con el respaldo del actual Gobierno. Pero la afluencia de inversores extranjeros y el desplazamiento de la población local podrían al final provocar una reacción similar. Tres días después de que se anunciara Bitcoin City, El Salvador aprobó una nueva ley que permitiría al Gobierno expropiar terrenos para uso público.
La ubicación exacta de Bitcoin City sigue sin concretarse para evitar que los especuladores suban los precios de los terrenos. Pero empresas inmobiliarias europeas, empresarios salvadoreños adinerados y empresas de criptomonedas han ofrecido a Díaz comprar el terreno en el que se asienta El Espíritu de la Montaña por un precio entre tres y cinco veces mayor al que él pagó.
Díaz insiste en que no lvenderá: «Este es un proyecto de vida para mí». Díaz apoya a Bukele y cree que Bitcoin City estimulará el crecimiento económico de la zona, aunque señala que las personas que conoce de La Unión están preocupadas por si se ven obligadas a mudarse.
De vuelta en Honduras, el investigador José Luis Palma Herrera ve las ZEDE y proyectos similares como un giro moderno en la dolorosa historia del colonialismo corporativo de la región. «La promesa de acabar con la pobreza y mejorar la vida se ha utilizado para que los ciudadanos acepten estos enclaves de corrupción y explotación», destaca el investigador. «No obstante, la mayoría de las ganancias de los enclaves salen del país, sin haber logrado un desarrollo real en las regiones donde han estado».
Además de Próspera, hay otras tres ZEDE más en Honduras. Otros proyectos de ciudades privadas menos radicales están en marcha en Malawi y en EE UU. El creador de Ethereum, Vitalik Buterin, ha estado involucrado en conversaciones con el Gobierno de Zambia sobre la creación de una zona económica especial con cripto-tecnología.
«Estamos intentando ayudar a crear un tipo de industria completamente nuevo, la industria de construcción de ciudades», explica Goff y señala que le gustaría ver un par de cientos de desarrollos en todo el mundo algún día: «Puntos brillantes de prosperidad, todos trabajando juntos para crear un futuro mejor para la humanidad«.
No todos persiguen ese sueño. En Roatán, Rosa Daniela se preocupa por el impacto en su comunidad y en otras como la suya. «Vienen a nosotros, estos aventureros, en nombre de la libertad», indica. «Quieren empezar con nosotros; somos solo un experimento. Si tienen éxito aquí, se irán a su país y a otros países del mundo».
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Laurie Clarke | technologyreview.es
traducido por Ana Milutinovic
Laurie Clarke es una periodista de tecnología independiente que vive en el Reino Unido .
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