¡No consumas PDFs piratas!
Cuando descargas o lees un PDF pirata, no solo pones en riesgo la estabilidad de proyectos independientes como Hildebrandt en sus trece, sino también tu propia seguridad. En el código fuente de esos archivos, puede ocultarse un microprograma (algoritmo) que, al hacer clic para abrirlo, recopila tus datos personales:
- Usuario y contraseña.
- Contactos guardados.
- Información bancaria (¡números de tarjetas!).
Todo esto ocurre de forma imperceptible, almacenándose en archivos ocultos (.log).
Además, este algoritmo, en combinación con el sistema operativo de tu dispositivo (celular, tablet, laptop o PC), abre puertas (puertos) que permiten a los operadores del Lado Oscuro secuestrar tu información.
ALERTA
Existe un peligro aún mayor: “la inteligencia oscura” puede convertirte en cómplice de un delito penal: la piratería.
Sí, la piratería es un delito penal sancionado por leyes nacionales y tratados internacionales. Es una actividad ilícita que consiste en reproducir o distribuir copias de productos protegidos por el derecho de propiedad intelectual sin autorización del autor, productor u otro titular.
Además, la piratería te asocia con prácticas ilegales. ¡Te convierte en delincuente! Como aquellos que abusaron de sus cargos en el Congreso, los ministerios o las presidencias.
COMPLICIDAD
Un “simple compartir un PDF” te hace cómplice de un delito de piratería. Te vincula con el grupo de quienes violan las leyes y perjudican a los creadores.
¿Por qué es complicidad?
- Porque contribuyes a difundir contenido robado. Al compartir, replicas un acto ilegal y lo haces más grande.
- Porque afectas directamente a los autores. Detrás de cada obra hay esfuerzo, creatividad y recursos invertidos.
- Porque refuerzas un círculo de corrupción. Aunque no lo veas, esas prácticas alimentan redes de cibercrimen, desde el robo de datos hasta el uso indebido de información.
Cuando compartes contenido pirata, dejas de ser un espectador pasivo. Pasas a ser parte activa del problema. Así de simple.
EL PERÚ SÍ TIENE QUIEN LE ESCRIBA
César Hildebrandt es uno de los pocos periodistas que no claudican, no reculan, no se alquilan ni se venden.
Otros “periodistas” podrían dar explicaciones por sus desbalances patrimoniales y signos exteriores de riqueza: casas de playa, residencias frente al Golf… Pero César no. César Augusto Hildebrandt Pérez-Treviño sigue siempre en sus trece, como debe ser.
SPOILER (No se lo digas a nadie)
El equipo TICs del semanario está cocinando una reingeniería tecnológica. Con la ayuda de la inteligencia artificial (IA), están preparando una nueva plataforma digital para combatir la piratería.
El modelo de negocios será más o menos así:
- Ingresas a la web:
https://www.hildebrandtensustrece.com/suscripcion/registrar. - Te registras y accedes a una pasarela donde puedes leer la versión original del semanario, ¡sin necesidad de descargar nada! Incluye acceso al archivo histórico.
- También podrás interactuar con los periodistas, intercambiar opiniones y calificar artículos con «estrellitas».
- Si tu bolsillo lo permite, habrá debates grupales por streaming.
Pía Hildebrandt y su equipo están preparando una nueva forma de ejercer el periodismo. Tiempos modernos, señores.
César Augusto Hildebrandt Pérez-Treviño: ¡¡Que la Fuerza te acompañe, siempre!!
Con aprecio,
El equipo SPP
PD:
Conocí a César Hildebrandt cuando lanzó su revista Testimonio. Lo acompañé en todas las revistas que publicó, con la excepción del semanario actual.
Después cada publicación, César convocaba a reuniones de evaluación. Formábamos un círculo y comenzaban las intervenciones, de izquierda a derecha. Cuando le tocó a quien estaba a mi izquierda, César estaba al borde del «nivel Hulk».
Había hecho el informe de la página central. Se acercó, abrió el semanario, lo revisó por todos lados y soltó:
— «Esto es una $#💩Ω&»
Silencio absoluto. Respiré hondo, lo miré y respondí:
— «No me negará que es una buena $#💩Ω&»
César esbozó una sonrisa por primera vez. Dio media vuelta y se encerró en su oficina. Las risas no se hicieron esperar.
Ese día, todos quisieron invitarme unas chelas. Agradecí, pero les expliqué que era diabético. Recuerdo también, que Karina Lama también me invitó. Decliné con otra excusa: “Soy vegano”.
Jose Fuertes Ortega
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