Plan B de Cerrón / Matices / César Hildebrandt

  • Dice Vladimir Cerrón que tiene un Plan B para imponer la asamblea constituyente si es que el Congreso rechaza la propuesta del Ejecutivo.

No tengo duda: hay un silencioso golpe de estado en marcha. Ese sería el Plan B del señor Cerrón.

A ese proyecto conspirativo se suma la actitud de las autoridades en relación al secuestro de carreteras, los paros regionales, la invasión de propiedad minera, la inestabilidad económica alentada desde la sede del gobierno.

Cerrón quiere mostrarnos la ingobernabilidad desatada por los pueblos en rebelión y luego vendernos la fórmula salvadora: la constitución a la cubana, la concentración del poder, la utopía de la igualdad.

Todo eso asentado sobre las bayonetas de una fuerza armada domada y los elogios pavlovianos de una prensa al servicio “de las mayorías”.

Cerrón ama el modelo político de Cuba. Es su derecho.

No es su derecho, en cambio, gobernar desde la clandestinidad gracias a la debilidad, política y mental, del hombre que inventó para que fuera su testaferro electoral.

Cuba es el peor ejemplo de lo que puede suceder cuando la locura coloniza el romanticismo. La idea del comunismo sería maravillosa si no tuviese la necesidad de ser interpretada por seres humanos.

Marx soñó con la reivindicación de los explotados del capitalismo industrial e imaginó la dictadura benévola de los de abajo. Lenin fue el arquitecto sombrío de esa dictadura implantada –ese fue el milagro– desde un partido que era minoría. Stalin, el más sencillo del elenco, dio los pasos necesarios para que el socialismo soviético fuese barro ensangrentado en vez de edén proletario, Beria y no igualdad, gulag y no hombre nuevo.

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