Pedro CASTIGO {el candidato de los peruanos provincianos postergados}


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Dicen que nadie lo vio venir. Error, nadie lo quiso ver. El profe representa, precisamente, a toda esa gente que son tratados como si no existieran, que son como las cosas que no usamos, pero que no podemos botar y las arrinconamos por ahí, para que no estorben. Ya, ese “por ahí” es la pobreza.

Aquí hay una clara muestra de resentimiento social que siempre ha existido, que de cuando en cuando se manifiesta y envía un mensaje que asusta a la derecha oligárquica, esa que Fujimori dejó bien atornillada con contratos de plazos eternos y una Constitución que le allanaba el terreno a la inversión extranjera con condiciones casi esclavistas.

En buen cristiano, el chino vendió la casa {el Perú} y convirtió a los dueños en el personal de servicio. Y así nos alejamos de las orillas del abismo al que nos llevó el Apra. Llegaron las mineras chinas, las aerolíneas chilenas, la telefonía española e italiana, los ferrocarriles ingleses. Y sí, hubo inversión y trabajo y estabilidad. Pero esa inversión era ajena y ese trabajo pagaba mal y esa estabilidad fue exactamente eso, la mantención a perpetuidad de que unos tendrán siempre y otros no tendrán jamás.

Y cuando ese resentimiento se hace sentir en las urnas, la derecha tiembla, pero un ratito. Inmediatamente se tranquiliza y contraataca. Es el marido que siempre golpea a su mujer y cuando ésta se defiende, en lugar de entender que está haciendo mal, le pega más fuerte.

Todos hablan de que se nos viene un modelo económico que nos va a empobrecer y nadie habla de los pobres que superan los dos dígitos porcentuales en el Perú. Todos se asustan porque vamos a estar como en Venezuela y nadie dice nada de los que siguen estando como en el Virreinato. Todos hablan de un voto resentido, pero nadie quiere hablar de lo que causa el resentimiento.

Recuerda que ese modelo económico, de hoy, tienes miedo de perder permitió la irrupción de Odebrecht y de OAS. Que tiene como tiene a los mineros de Pasco, Talara y Marcona y a los trabajadores de las agroexportadoras. Que obliga a los campesinos a ofertar su kilo de papa a diez céntimos. Que nos vende nuestro gas a cincuenta soles, que no quiere darte tu AFP, que te cobra el internet y la luz más caros del continente, que es el que devuelve impuestos a las grandes empresas o de plano ni los cobra.

Estamos juzgando los resultados con ojos de costeños clasemedieros. El profe es de un radicalismo recalcitrante y un apego a políticas económicas que llevan décadas fracasando en el mundo. Pero hay gente en este país que sigue siendo (mal)tratada como los obreros bolcheviques de Lenin, como los campesinos chinos de Mao, como los cubanos sin patria de Fidel o como los aymaras de Evo. Es fácil juzgar desde tu moderno celular a gente que jamás ha tenido uno ni lo tendrá. Desde tu casa de material noble a gente que no sabe qué es eso ni lo sabrá. Con tu educación básica completa a gente que no la recibe bien ni la recibirá. Usando el tiempo libre que te deja tu trabajo a gente que no lo tiene, ni tiempo libre ni trabajo.

Hay muchas manos callosas que nunca han sentido la caricia de la bonanza económica, muchas espaldas encorvadas que jamás verán un futuro mejor, muchos pulmones enfermos que jamás han respirado libertad, mucho ojo que llora su estómago vacío. A esos moribundos los puedes ignorar todo lo que quieras, pero no los puedes callar cuando hablan en las urnas.

El primer lugar, Pedro Castillo es un castigo a esa derecha déspota, sin empatía, inmisericorde, que sólo piensa en sí misma y en mantener un modelo económico que gana muy bien, pero que reparte muy mal. Sin embargo, ese castigo se puede revertir al mismo pueblo, porque por muy revolucionario que suene mi punto de vista, tengo que aceptar que ese modelo predomina en el mundo y puede funcionar sin ser tan cruel.

Si la derecha gana estas elecciones, espero que esté muy consciente que, prácticamente, será su última oportunidad de nivelar la cancha para todos y de atender ese clamor que pone presidentes con el hígado. Es muy sencillo: mejoren los servicios, paguen dignamente, faciliten la creación de empresa nacional, cuiden mejor las calles y pónganse del lado de los suyos y no de los poderosos.

Si la izquierda gana, roguemos que su intransigencia no nos haga repetir la historia de un tal García o de países vecinos. Se puede luchar por esa gente castigada sin castigar a los demás. Si bien ese clamor conecta con ideologías del pasado, ya no vivimos en ese pasado. Pretender gestar un país socialista en pleno siglo XXI es retroceder el tiempo y aquí nadie está para retrocesos.

Ambos contendores tendrán un mes para aclarar sus intenciones; mientras, seremos testigos de una de las más grandes y organizadas campañas de terruqueo contra Castillo. Eso también es de temer, porque será la muestra de que la derecha no entendió nada. Si quiere vencer, debe empezar por aceptar sus errores y no cometer uno más. Así como están las cosas, esa forma de querer matar al enemigo sólo le dará más vida.

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