Entrevista al veterano periodista y autor del libro ‘La ruptura’ (Almuzara, 2020)
» El periodista Fernando Jáuregui (Santander, 1950) ha escrito más de 12.000 crónicas y unos 40 libros a lo largo de toda su carrera. Aún recuerda cuando el presidente Adolfo Suárez, un «seductor», se refirió a él como un “creador de opinión” cuando solo tenía 23 años. Entonces sintió un orgullo de novato que se ha teñido de nostalgia. Hoy es él quien observa a las nuevas generaciones de informadores y hace balance en el libro La Ruptura (Almuzara, 2020), donde reflexiona sobre el fin de una era que es, por cierto, la suya.
El libro tiene cierto halo pesimista que envuelve todo en este 2020, año en el que se han consumado “tres rupturas”: la política, la institucional y la de la cotidianidad con la que ha arrasado el coronavirus. El periodista hace una redacción honesta, plagada de autocrítica y de dudas, y por tanto, útil para los periodistas que vienen detrás, la generación ‘pos78’. Un ejercicio arriesgado que solo puede hacer alguien arropado por una dilatada experiencia y desnudo de complejos profesionales.
Un día después de presentar la iniciativa Periodismo 2030, Jáuregui atiende a cuartopoder por teléfono, en un Madrid cercado por la pandemia.
-Ha titulado su libro La Ruptura. Tenemos un Gobierno de coalición, en el que los que venían a acabar con el “régimen del 78” han acabado pactando con él, algunas de las leyes más ideológicas de la etapa Rajoy siguen activas e incluso están vigentes los presupuestos de Montoro, ¿por qué ha decidido usar la palabra ‘ruptura’ para describir este tiempo político?
-No solo ha habido una ruptura, ha habido tres. Todas las rupturas se han consumado este año desgraciado de 2020. La primera, la formación de gobierno a la que estamos acostumbrados. Tenemos un Gobierno de coalición en cuyo seno está el disenso y la ruptura interna. Unos piensan unas cosas, otros otras, y las dicen. Así estamos desde hace meses
La segunda ruptura es la institucional. Que el rey hijo rompa con el rey padre no ha había ocurrido en estos términos desde Fernando VII. Eso para una generación como la mía es muy serio. La ruptura y la marcha de Juan Carlos I fuera de España, esperemos que temporal, ha sido un golpe muy duro. La máxima institución sobre la que descansa toda la arquitectura democrática española está perdiendo firmeza. Yo es algo que lamento profundamente.
La tercera ruptura es la que tiene que ver con nuestra forma de vida. Llevamos 8 meses de una anormalidad absoluta que ha roto con muchas costumbres. En muchos aspectos, ha venido para quedarse, como en el teletrabajo o en el trabajo presencial, que va a cambiar muchísimo… Son tres rupturas que no sé si una generación, o varias, va a poder afrontarlas sin traumas. Creo que no, así que creo que el título del libro está muy bien.
-Usted dice en el libro que el rey Juan Carlos I ha tenido siempre ciertos celos de su hijo. Durante estos últimos meses, hemos visto la consumación de esa ruptura con la marcha del emérito, ¿viene de lejos?
-No, son planos diferentes. Felipe VI tiene cualidades que Juan Carlos I no tiene, de la misma forma que Juan Carlos tiene cualidades que Felipe VI no tiene. Esas cualidades de seriedad, de firmeza, de estudiarse las cosas a fondo, de tener una formación e información muy profundas que tiene Felipe VI no eran las dominantes en Juan Carlos I. Tengo alguna anécdota. Pilar Cernuda y yo hicimos un reportaje en Televisión Española sobre los 30 años del entonces Príncipe de Asturias por el que estuvimos visitándole en Zarzuela. Al poco, nos llegó un recordatorio a la televisión de que el rey cumplía 60. Al final, a trancas y barrancas, nos pusimos hacer ese reportaje de Juan Carlos I.
A eso me refiero yo con los celos. Hasta ahora, la relación padre-hijo había sido bastante buena. Ahora es mala y que sea mala es malo.
-Usted dice que Felipe VI es el mejor rey que ha tenido la historia de España hasta ahora, ¿por qué?
-Los seis años de Felipe VI no han sido fáciles hasta ahora. Han sido muy difíciles y amargos, pero él ha sabido mantener una dignidad y una compostura muy notables, sobre todo si la comparas con otros personajes de la vida política. Él tiene un alto porcentaje de estima de los españoles, a pesar de todo lo que ha ocurrido. El rey, alguna vez, ha dicho que él sabe que se tiene que ganar el puesto de trabajo cada día y efectivamente es así. Yo, que tengo por él una gran estima e incluso admiración, echo de menos algunas cosas en los últimos tiempos. Creo que no está muy bien asesorado. La ruptura brusca con su padre creo que ha sido un mal paso que él tiene que explicar. Con todas las culpas que tiene el emérito, aunque defiendo la presunción de inocencia, pero creo que ha sido un episodio muy mal gestionado.
-Usted cuenta en el libro que Felipe González tapó algunas irregularidades de Juan Carlos I y que solo unos pocos periodistas publicaron informaciones al respecto y muchos no lo hicieron, ¿tiene que hacer la generación de periodistas del 78 un poco de autocrítica respecto a la cobertura sobre la Corona?
- Creo que sí, sabíamos cosas. Callamos porque no era fácil contarlas, pero también por un cierto sentido de Estado, porque pensábamos que ayudábamos. No estaban las cosas tan suficientemente fuertes como para que no se tambaleasen. Debo decir que cada vez me siento menos monárquico porque se están haciendo las cosas regular.
Probablemente nos equivocábamos. Si hubiéramos contado lo que sabíamos, se hubiera detenido esa sensación de inviolabilidad del entonces rey que también está en la Constitución y que a mí me parece un error. Creo que es el momento de que hagamos autocrítica los periodistas de la Transición. Por eso y por otras cuestiones. También creo que el periodismo prestó bastante buenos servicios a la causa del desarrollo democrático, pero cometimos errores y este fue uno de ellos.
-¿Alguno más?
-Probablemente hemos sido poco críticos con el poder político, con los sucesivos poderes. Quizá deberíamos haber sido más exigentes y habernos formado un poco mejor. Ahora creo que las nuevas generaciones y los nuevos métodos de hacer periodismo, demasiado sectarios muchas veces, tampoco están dando una gran lección de lo que debe ser el periodismo ideal. A través de un foro que se llama Periodismo 2030 queremos indagar sobre cómo va a ser el periodismo del futuro. No me atrevo a dar lecciones y más cuando me someto a la autocrítica.
-En el libro cuenta que algunas veces los políticos le han engañado, algo muy difícil de reconocer también para un periodista. Incluso cuenta una anécdota con Revilla. ¿Cuál es la peor mentira?
-Lo de Revilla es una anécdota. Los engaños han sido mucho más profundos. Nos han engañado a todos muchas veces. No hay transparencia. Esa parte de la libertad de expresión que consiste en poder acceder a información es muy complicada. Desde ahí, ya te están engañando. Reconozco que los periodistas a veces nos dejamos llevar por la primera versión que nos dan y no tenemos tiempo de averiguar más. Es uno de los fallos de los periodistas: la falta de tiempo para poder investigar más.
-Dice una cosa en el libro que a mí me parece muy dura. Afirma que Pedro Sánchez no se explica sin Iglesias, pero Iglesias sin Sánchez sí. ¿Qué quiere decir con esto?
-Entre Pedro Sánchez e Iglesias, me quedo con Sánchez. Creo que aún representa cierta conexión con ese 78, aunque haya que reformarlo mucho. Pablo Iglesias no sé muy bien lo qué representa. En términos de periodismo, que es lo que me afecta y de lo que entiendo un poco, creo que las concepciones de Pablo Iglesias sobre el periodismo, la libertad de expresión o adquirir la información son absolutamente divergentes con lo que yo creo que debería ser. Comprendo que tenga sus adeptos y me parece muy bien que exista Unidas Podemos como factor de acelerar reformas, pero no sé si pueden coexistir en el mismo Gobierno unas tesis tan dispares. Sin duda, coexisten dos almas. Yo no creo que haya transparencia en los partidos, tampoco en los socialistas y populares. Yo exijo más transparencia y libertad de expresión y de eso tenemos poco.
-¿Usted cree que en la generación de políticos pos78 hay una idea más restringida de la libertad de expresión que en la de la Transición?
-Sin duda. La etapa de UCD era una época en la que la accesibilidad de la información era muy superior, el contacto entre informador e informante era más fácil y fluido. Ahora habrá que inventar nuevos métodos y nuevas vías, pero no podemos cuestionar que aquella época fue mejor. Incluso la época de González, Aznar, Zapatero e incluso Rajoy, aunque ahí ya empezó a evidenciar síntomas de cerrazón con los medios. La falta de libertad de expresión que yo noto ahora es bastante alarmante. Está en una parte del Gobierno y de la oposición. A mí que un partido político como Vox no me deje entrar en sus mítines porque no soy favorable me parece el colmo.
-Usted habla en el libro de biografías que se tenían que haber escrito y que se han perdido para la historia de España. Me gustaría que recomendase a los lectores tres personajes de segundo plano sobre los que indagar.
-Habría que pensarlo mucho. Ahora no sé darte tres nombres, pero, por supuesto, me hubiese gustado que el rey Juan Carlos I hubiese dejado plasmadas algunas memorias o hecho algún tipo de servicio al país desvelando algunas cosas. Creo que eso hubiese sido verdaderamente importante. También que las verdaderas memorias de Suárez hubieran salido a la luz. O las de Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey de Juan Carlos I. Tuvo una influencia decisiva y seguimos sin saber cuál fue su papel en el 23-F.
Ahora me gustaría mucho leer las memorias de Iván Redondo, que no las escribirá nunca, y que nos contase cómo han sido estos dos últimos años junto a Pedro Sánchez.
-¿No se está mitificando demasiado el personaje de Iván redondo?
-Está siendo muy eficaz para lo que quiere conseguir. Es un fabricante de imagen. A veces, lo importante es parecerlo más que serlo, como decían de la mujer del César. No lo mitifico, pero sin duda, algunos de los pasos importantes y polémicos se deben a él.
-En los últimos años ha habido una crisis brutal en 2008, hay pluripartidismo y ahora una crisis sanitaria, ¿los periodistas estamos sabiendo contar bien lo que está pasado?
-Es imposible, la realidad es demasiado poliédrica. Abarca tantos sectores que es imposible. Alguien como yo, que está atento a la actualidad, aunque dedique 12 o 14 horas al día a intentar estar informado, a veces no lo consigue.
El mundo está transformándose. Vete a saber lo que será de Estados Unidos después de Trump, que perderá, de la Unión Europea después de la pandemia, de España… ¿Cómo diablos entras tú en todos los aspectos? Desde los jueces, la monarquía, el Gobierno, Europa… El periodismo cada vez tiene que estar más especializado.
– Sara Montero / cuartopoder.es »
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